viernes, septiembre 20

Esta es la historia de una joven que un día retornó a la iglesia a donde pertenecía desde muy pequeña, mismo lugar donde hizo sus sacramentos, formación en la fe y congregación en grupo juvenil.

Allí pasaba mucho tiempo porque era una joven muy activa y dedicada, pero pasó el tiempo, aumentaron sus responsabilidades y su vida de adulta le exigía mucho, a tal punto que se alejó.

Poco a poco regresó para congregarse y se integró a las misas como se lo había prometido a sí misma, para seguir su camino de fe.

Todo iba bien hasta que un sábado cualquiera durante una eucaristía pensó muy profundo y se dio cuenta que todo había cambiado.

Desde las doñitas que nunca se perdían una misa, hasta las ministras y el mismo sacerdote.

En ese momento se apoderó de ella un enorme deseo de llorar pero no lo hizo, pues, mantuvo el nudo en la garganta hasta poder hacer catarsis emocional en un lugar más privado.

Al llegar a su casa lloró incontrolablemente, su familia insistía en saber qué le había ocurrido, pero ella solo lloraba y lloraba como una niña, simplemente se dio cuenta que todo había cambiado.

Muchas personas murieron, incluyendo el sacerdote que vio durante 17 años, las doñitas y ministras lucían más débiles producto de la edad, muchos se mudaron y la gente conocida ya era muy poca.

Eso le chocó en gran manera, pues no se había dado cuenta que el tiempo cambió lo que conocía y a lo que estaba acostumbrada y que su ausencia

Aquel llanto inconsolable era el resultado de ver que sus conocidos ya no estaban, que la alegría no era la misma, que los jóvenes eran menos y que solo quedaba el recuerdo de los buenos momentos que vivió en esas cuatro paredes.

Desde ese sábado por la noche, prometió abrir más los ojos, agradecer por lo que tiene, mirar a su alrededor y amar más, abrazar más, vivir más.

Pues si eso le pasó con gente que conoció estando grande, con la que compartía uno o dos días a la semana solo en la iglesia, no se imagina cómo sería al recordar a sus familiares y allegados, a quienes más ama.

Muchas veces damos todo por sentado o lo dejamos para después, como si el tiempo perdonara o te diera prórrogas para hacer las cosas, cuando realmente su paso se va llevando todo.

Esas catarsis emocionales y llantos sin explicación nos dicen mucho y nos llevan a la reflexión, muchas veces muy necesaria.

El tiempo todo lo cambia, aprovéchalo ahora.

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